jueves, 12 de septiembre de 2013

La niña de los pinceles.



!Sareiuq euq erpmeis asac ut áres oitis etse¡
Nózaroc narg y dadilaineg ut sonritrapmoc
 rop saicarg, onamreh odireuq. Oicapse etse sartel sus noc raticuser a 
xinéf nu omoc @Hijodelaflama agell, 
écnemoc euq ol otreum rop abad odnauc.

La niña de los pinceles.




La niña de los pinceles dibuja mareas en calma
en la palma de su mano,
epidermis de lino fino que trasluce
lo ajeno del ser humano.

Esqueleto de madera, 
imágenes asomando en la márgenes
del cierre de su maleta,
mientras pasea curiosa por un jardín
y sonríe, plantando flores con pigmentos
que arranca de su paleta.

A veces en un desliz
 se la puede ver feliz,
entre colores
o pintando con grises en cualquier parte el
mal de amores.

Otras llora acuarelas, se
le emborrona el iris y sus segmentos menores,
con tres líneas le da forma a los sabores
y la sed,
capaz de hacer aparecer una ventana
en la pared.

Huida visual de tormentas,
carboncillo en la mejilla 
de paisajes que frecuenta.

Superficie polar que cambia sólo si ella la toca,
frotando con la yema de sus dedos 
sobre su piel,
perfilando el contorno de recuerdos en 
tonos pastel
trazos como abrazos
en papel,
que crujen almas. 

Niño Fuego.

 (Oicapse etse riviver rop saicarg)









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